La Virgen y Yo

SENTÍ LA PRESENCIA DE LA VIRGEN MARÍA                         Por: Segundo Ángel Tituaña Criollo.
El Carmen Alto, Viernes 13 de Octubre del 2017.

He estado con la angustia de pensar que ya no puedo realizar lo que a mí me gustaba: salir a trotar. Hoy, vencí  aquel miedo.
Hice un  recorrido interesante al trote. Salí desde la calle Rocafuerte, tomé el trote por la calle Benalcázar y seguía trotando por la vereda, pues, hay que ser muy precavido porque por aquella calle transitan muchos buses y vehículos pequeños. Es peligroso continuar con el trote. Seguía cuesta hacia arriba por la calle de la Bahía. Estaba una manada de perros que asustan con sus ladridos a quienes pasan por aquella calle de piedra, pero seguía trotando por el filo de la vereda izquierda y llegué hasta una de las esquinas del cementerio de San Diego. Seguí por calle que lleva  hacia el Panecillo, y trotaba puesto una pantaloneta que tenía un logotipo del Humanístico Quito y un buzo que decía Ángel y que en la espalda se suscribe el nombre Caporales San Miguel. Durante unos 15 minutos troté. La idea que estaba presente en la mente era continuar trotando hasta llegar a la cima del Panecillo. Aunque sí me dio miedo sobre todo ya en una de las curvas solitarias que queda antes de llegar a culminar el paseo. La vereda era de cemento, no obstante, el pensamiento se paralizaba al llegar cerca de la Virgen del Panecillo, pero llegué trotando, pero no había gente y me daba miedo, pude contemplar a un morador del sector que lo veía a la virgen María y se persignaba como tres veces, el hombre pedía la bendición a la virgen. Luego seguí trotando y ya en la plazoleta del Panecillo, desde ahí me subía a unas gradas blancas y miraba el Centro Histórico, lo que observé rápidamente a lo lejos: la basílica del Voto Nacional, la iglesia del Carmen Alto, la Plaza de Santo Domingo. Pude divisar el barrio de San Juan, el templo de la Libertad. Después de esta observación panorámica, nuevamente, vi a un taxista que esperaba a alguien que lo pidiera sus servicios, pero también vi a una indígena que acomodaba sus mercaderías, era ropa de lana, pero inmediatamente alcé la mirada hacia la Virgen del Panecillo, la Virgen de Legarda, el escultor y pintor quiteño, pero en ese momento sentí que la Virgen María me da las espaldas, pero después comprendí que debía de observar a la Virgen en ese monumento. Allí, busque la ubicación perfecta para ver el rostro de la "virgen". Era un rostro agradable de una Virgen. Estaba sonriente en su finura. No tenía rasgo de tristeza o melancolía, sino me irradió una paz, pero no tenía mucho tiempo, así sentí en ese instante que la virgen me amaba como a su hijo.

Gracias a Dios por tener una Madre del cielo. La Virgen del Panecillo ha prestado su advocación no únicamente con el dicho la virgen que mira al pecador, sino una luchadora por la causa social de los cristianos. María con su mano izquierda sostiene la cadena con la cual lo sujeta a la serpiente.

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