Novela Corta: EL VASO QUE DERRAMÓ LA GOTA

 

 

 

                                                                

 

 

 

 

 

EL VASO QUE DERRAMÓ LA GOTA

 

 

 

 

 

SEGUNDO ANGEL TITUAÑA CRIOLLO

 

 

 

2022

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 La copa que derramó la gota lo dedico Jhon Solís Rodríguez en Canoa, amigo y escritor, por la ayuda e impulso en la narración.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

El vaso que derramó la gota es una novela. Es fruto de la inmaculada imaginación del autor. El narrador relata sobre el “Macondeño” que es uno de los personajes principales que se muestra tal cual es. El macondeño es tan humano porque expresa sus pensamientos, sentimientos y emociones tan naturales como el agua cae por el cauce de un río. Recorre su travesía narrativa tan apaciblemente y nunca se detiene. Es impresionante recorrer el mundo de la ilusión y creatividad emocional del protagonista con las cuales entretejen historias mágicas y un tanto reales y otras ficcionales, que nacen de una experiencia no solo desde la perspectiva de la sociedad de estos tiempos. Es una narrativa actual y cotidiana de la existencia misma del autor y el narrador tiene la potestad de contarla como signo de comunicación existencialista.

Macondeño es un hombre que está en la flor de su adultez, cerca del medio siglo de existencia, que va reflexionando no solo sobre su pasado, sino que realiza un stop en el presente para que con eso pueda proyectarse hacia el futuro imprescindible de nuevas experiencias mágicas y testimoniales.

Es digno de mencionar que la imaginación y aventuras narradas y descritas con maestría harán de este espacio imaginario un paraíso de letras.

Además, la historia de la novela se ha preocupado de entrelazar referentes de la Historia del Ecuador, de memorias  colectivas. Por ejemplo, el tren como reliquia museológica traído por Eloy Alfaro. Este medio de transporte permitió el intercambio de productos entre la region sierra y la costa ecuatoriana.

Es de notable Interés el narrar muchas leyendas. Abunda en esta narrativa de localismos, por ejemplo: Cantuña como un ser mítico y de grandes pistas de la cultura mágica e historia de esta Plaza y Convento de San Francisco. Hay también referentes de la literatura europea y nacional. Es una mirada y tendencia desde el pensamiento del macondeño para dejar plasmado en estas páginas noveladas lo que le ocurre durante su trayectoria real e imaginada.

Cabe indicar que la existencia, el amor, la pasión son temáticas que también desarrolla esta novela y dando aquella pincelada del artista que transita por el chaquiñan literario y verde.

Finalmente, El vaso que derramo la gota es un puerta literaria sin salida. Su narrativa es laberintica y metamorfosis del destino de sus personajes no pensados sino expuestos al publico lector.

 

El autor

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1                                          

Se despertó y pensó en el pasado de su existencia, pero lo más urgente era de hacer un café rico traído de pacto y otro que le había conseguido un amigo lojano. _esto de escribir en tiempos de post pandemia_ afirmaba aquel hombre macondeño y seguía pensando en el contexto de que habían concluido las movilizaciones indígenas en el país de la canela y del petróleo. Y él expresaba hacia sus adentros: _es una preocupación constante y voraz_

El ciudadano un tanto culto y otro tanto vulgar se iba imaginándose sobre el futuro impredecible que podría suceder, pero Macondeño se iba enterando de la realidad nacional con cierto esmero e interés y se disponía a iniciar una larga travesía por el mundo y sus alrededores menos indicados del momento acuciante y bochornoso.

El hombre vestía con traje negro, botas y correa de cuero legítimo. Era alto y simpático. Olía a colonia inglesa en su cuello ennegrecido por el sol de medio día. Le gustaba alimentarse con churos y ceviches costeños. Siempre estaba puntual en sus citas con algún amigo que lo esperaba. Es alguien que viajó desde Macondo en un tren que ya no existe del legendario “viejo luchador” Eloy Alfaro. Era taciturno y le gustaba beber cerveza artesanal envasada en algún monasterio colonial. Viajó de este lugar mítico y llegó a la ciudad que tiene un clima frío, un ambiente que prefiere volverse de inmediato a las sábanas térmicas que le da descanso espiritual y corpóreo, pero no deja de ser mágico, porque muy en la mañana tenía que salir a la calle con una bufanda de lana y observaba personajes que están en el más allá o vienen de otra dimensión, donde no hay control del tiempo y el espacio, sino que el viento que silva por el tejado envejecido es abundante y gélido.

Siempre que él pasaba por aquella plazoleta de piedra y de leyendas _ como era la más conocida de Cantuña_ El hombre se dirigió reflexionando en su destino e iba llegando hacia el corazón del escritor que se trasnochaba por avanzar en la escritura de su historia construída con amor y pasión.

Lo primero que hizo es sentarse en la tercera grada de aquella plazoleta y empezó a entonar el canto: “El pueblo unido, jamás será vencido. El pueblo unido jamás será vencido.” Mientras la señora que vende la espumilla hecha a mano gritaba con voz potente: _ ¡espumilla!, ¡espumilla! _ El cielo empezaba a dar señales que iba a llover y hay que guardar la ropa del colgadero de su terraza amplia y de cemento armado.

En segundo lugar, no quiso creer que el macondeño pudo vender hasta las plantas que han crecido por unas semillas de pepitas de mandarina de Patate o de algún otro lugar de la Costa.

Aquellas señoras que lo compraron unas plantas de limón o de mandarina fueron Birmania y Rosa estaban paradas allí esperando que pase el tiempo. Una corpulenta afro esmeraldeña y la otra que usaba lentes como de botella de vidrio. Eran ocho plantas de mandarinas que fueron puestas en recipientes de plásticos grises.

Aquel hombre contemplaba a las mujeres que cruzan no solo por las calles, sino en todos los espacios que visitaba en la metrópoli y disfrutaba de los movimientos de las sombras de cada mujer, de cada mirada que penetra en el alma más dulce del ser. Inmediatamente, el hombre siguió la calzada e iba a prisa porque tenía que entrar en el lugar de su trabajo al mediodía y caminaba rápido, mientras pensaba en su deuda pendiente con el banco y con cierta incertidumbre especulaba qué pasaría en el futuro, si ya no tenía plata, de su arriendo porque todo estaba caro y solo rumiaba en buscar dinero de alguna manera, porque ya no le alcanzaba para comprar panes hecho con maestría en los rincones marginales del centro de la urbe. Las iglesias iluminadas de tal forma en la noche apacible y fraterna daban un aspecto conventual y noctámbulo, donde el olor a canelazo con dual era penetrante a las fosas nasales.

De pronto, se detenía en el chaquiñán y miraba a tres señoritas y se fijaba que la una era samba, la otra tenía cabello lacio, la que sigue era una joven que aparenta ocultar su tristeza porque ya se ha quedado a exámenes de supletorio del colegio público. Sus dedos temblorosos demostraban sentirse nerviosa, con recelo y le había contestado que gracias por la fotografía hecha por el hombre de Macondo. Él nunca perdía la oportunidad de hacer una imagen, lo importante era llevar recuerdos no solo en su cámara del celular, sino que lo hacía en la memoria oculta de su cerebro para nunca olvidar el momento de contemplación de las jóvenes que fueron sorprendidas en su último día de colegio. La tristeza se había convertido en alegría momentánea con un tanto de cerveza y con otro tanto de gaseosa comprado en tiendas del lugar.

Nuevamente, regresaba su recuerdo a Macondo y pensaba en sus personajes mágicos e invisibles que mordían pedazos de oro macizo que han abandonado en los límites del desierto del pueblo mesoamericano, donde llegarían los españoles que violentaron contra las mujeres indígenas, que cambiaban por pedazos de espejos fundidos en cuevas griegas y romanas del pasado. El oro que era brillante en las montañas del interior de la selva, mientras tanto, el discípulo más querido del hombre que había redimido a millones de humanos desde el año uno en el que empezaba la era cristiana.

En aquel tiempo pandémico abundaban las clases por zoom, por teams, sino cumplía cierto horario de clases era sancionado o era al menos amonestado por autoridades de establecimiento público y todo quedaba archivado en la carpeta del que “aquí puse y no aparece”. Y por no estar atento a llamadas de padres de familia impertinentes se perdía una plaza de trabajo que ayudaba en la economía del hogar. El ser de Macondo que vivía en las márgenes del perfil costeño donde solo se olía aire de marisco podrido cuando amanecía y cuando anochecía. Las olas sonaban acompasados a un solo golpe. Además, él contemplaba el horizonte del mar, la arena caliente que quemaba las plantas de sus pies. Y solo pensaba en el pasado que había cometido tanto pecado carnal, tanta basura observada en revistas que nada tiene de educación ni de valores.  Mientras observaba una película en Netflix titulada “En Alta Mar”, típico tratamiento de cine de misterio y reflexionaba en el asesinato de las personas que mueren sin saber por qué y se adelantaban con este cruel destino cierto de la existencia: “La muerte”. Estaba cansado de tipiar en su computadora Gateway. Estaba cansado de beber el mismo café en la misma taza, el ver el rostro enojado de la dama que iba presurosa a comprar en la tienda más cercana y cuando no tenía dinero, arriesgadamente fiaba. Buenas tardes vecina decía ­­_me puede fiarme papas, frutas y frutos secos, porque necesito llevar para mis hijos ya que nunca ellos dejan de desayunar, almorzar, merendar y otras comidas complementarias, porque ellos estaban creciendo y desarrollando no solo en cuerpo sino en alma.  Ya que debían apreciar sus vidas desde pequeñitos y de pronto aparecía un muchacho que relataba haber viajado en barco hasta las costas de Miami. Lo peor para el hombre de Macondo era de recordar sus experiencias dolorosas de su niñez sentado en las gradas de un mercado donde ofrecía un platillo de plástico con zanahorias amarillas, verde o maduro a siete sucres y sino vendía, la señora con su puesto en la esquina de la ciudad no le daba el almuerzo y si lograba vender no solo le daba el almuerzo sino tenía derecho a un helado de mora y leche, el niño degustaba con gusto. Recordaba que el niño estaba sediento por el calor de medio día que no solo quema la coronilla sino quemaba la espalda por más que estaba sin su abrigo pesado porque el frío de la cordillera que era intenso. Después, el calor era seco como en el desierto. El desierto de la vida era alejarse de los demás para examinar de los pecados que cometía a diario, no solo de pensamiento sino de obra. El hombre se sentaba en una silla negra. El escuchaba la triste historia de que su amada había tenido un aborto y el muchacho pensaba tenerlo, pero hoy en día ha dejado de participar el hombre en esas decisiones que solo la mujer puede decidir sobre su cuerpo, la palabra del hombre ya no vale en estas decisiones de la mujer y su cuerpo.

Eran las veinte y tres horas con diecisiete minutos de la noche y ya pensaba ir a dormir, pero en este tiempo le venía la inspiración para relatar la historia que le nace desde su creatividad para imponer sobre la destreza de entonar su guitarra al son del tambor que interpreta una melodía folclórica: “De las peñas corre el agua, de los árboles el viento, de tu corazón ingrato, el mal agradecimiento”, alguien decía que, en vez de interpretar las melodías de los Jkarcas era preferible valorar el folclor ecuatoriano: “tienes que volar paloma en tu propio cielo, hay un palomo esperando en tu propio cielo”. Su mente era tan loca como su imaginación. Su imaginación corría como un vehículo que solo se dirige al choque, hacia la muerte del corazón. En el corazón permanece los buenos deseos y también las malas intenciones.

El Macondeño ha empezado a informarse sobre el escritor del Ángel de la Peste y que revela que su primer interlocutor sobre la obra era con aquella que compartía su lecho veraniego y solo se sentía observado y confesaba que los hechos reales llevados a la literatura o narrativa eran ya eran ficcionales y el espacio que existía entre ficción y realidad era tan corto o era tan largo, porque podía estar pensado en la realidad que no existe o podía pensar en la narración que parte de la realidad y que muchas de las veces, el macondeño había reflexionado el dilema entre la realidad y ficción, que es un tema desde la antigua Grecia y luego en Colombia con el Realimo Mágico que descubrió el Macondeño con la lectura de las obras de Gabo.

Ahora, lo importante _pensaba, el Macondeño que había que seguir cruzando la calle de la Amargura, contemplando a monjes que se habían consagrado a la vida, oración, ayuno y penitencia. Los franciscanos habían hecho un altar de la virgen donde las devotas fanáticas iban dejando los centavos como limosna, contribución económica que no solo era para el cura sino para los niños que están en el albergue. Alguien pregunta y ¿los curas y las mojas tienen su sueldo? Le respondía que no tenían algunos religiosos, pero muchos que trabajan en colegios y universidades sí tenían, sino que era como no tener porque habían puesto en un fondo común, porque eso lo dictaminaba el reglamento de la comunidad franciscana.

Alguien decía: “queremos la libertad, deseamos la verdad” y el hombre de macondo se puso a meditar sobre estas dos palabras que tal vez eran simples pero tenían mucho significado que se imprimía en la memoria de los pueblos que solo guardaba  de cómo llegaron a fundarse, como la de Roma, con Rómulo y Remo, dos hermanos que fueron amamantados por una loba que se afanaba no solo por el amamantamiento con biberones de leche de chiva puestos en refrigeradores que quepan en un cuarto oscuro de la casa colonial y que permanecen frescas para saciar la sed de estos dos niños fuertemente nacidos con sus destinos encaminados para fundar el pupo del mundo, el centro de los montes de la fantasía de las sensibilidades del corazón y las venas llenas de soledad y nostalgia del crepúsculo de todos los días.

Mientras el hombrecillo de Macondo que parecía ser un duende que posa en las montañas de Quillanpata y las riberas del manso Guayas que contemplaba los muertos producto de la peste y de los moribundos que caían a los bordes de las calles centricas, después de las protestas por la carestía de la existencia, porque el cura de Ascázubi se olvidaba de dar la misa en latín, un lenguaje culto de Italia. Los domingos y los jueves eran las ferias de la mayoría de los pueblos de la sierra donde sacaban a vender a precios baratos muchos animales, para luego, comprar ricos panes de Ambato en el mercado -primero de mayo- que no solo abastecía a los habitantes de la provincia, sino que llevaban a todas partes de Ecuador.

Escuchaba el piar de las aves del campo, contemplaba toda la selva de la Amazonía, lo lineal del curso del río de su mismo nombre donde contemplaba la leyenda del Dorado que sus diosas amazonas se bañaban no solo en sus aguas sino en oro derretido que escondieron en tinajas de oro en Los Llanganates donde se apreciabap volar el cóndor, señor de los páramos y pajonales de más arriba de Tolóntag y Píntag. Se sentó una vez en aquella piedra que no se rompía ni con dinamita que habían puesto los militares y policías del lugar para dar paso al túnel que había construido el concejo provincial. Observaba los ríos del oriente y de la sierra como el recordar el paisaje de la tierra de Adán y Eva cuando antes que cayeran en el pecado sentían vergüenza delante de la mirada del Ser Supremo.

La escritura que piensa en el atardecer de un viernes después de exámenes de supletorio era un tanto realista y un tanto ecologista, que tenía que clasificar la basura en muchos recipientes para dejar de contaminar el ambiente y por culpa del ser humano el mundo se estaba acabando y ya no había rastro del último venado que corría tan rápido como la corriente eléctrica, eso se imaginaba el macondeño al estilo de Nahún Briones en las inmediaciones del Cañar y de la travesía del Tambo hasta llegar a Naranjito. Solo pensaba que sean las diecisiete y treinta de la tarde para dar el primer paso por la puerta principal del colegio fiscal porque ya no aguantaba más el ambiente hostil de compañeros o enemigos del escritor que había empezado hacer sus creaciones literarias que iban narrando la historia un tanto borrosa como apegada a verdaderas reflexiones de caridad y de amor al prójimo que nunca había visto el dolor ajeno como ver la corrida de toros de Alangasí refundido en una hacienda del lugar que iba cayendo las gotas de la última lluvia del atardecer de la existencia del maestro de corbata y maleta negra y zapatos charolados para no gastar los cincuenta centavos sentado en las sillas de los lustrabotas de la plaza de San Francisco, Santo Domingo, la Plaza de la Independencia.

El hombre de macondo no solo había venido a tomar café en la esquina de San Diego sino había venido tomarse un traguito con canela y ponche que iba regándose toda la Plaza y va regándose por las gradas de la Catedral Metropolitana para decir que se ha roto el tanque del ponchero. El ambiente del centro se ha inundo a olor de ponche y mantequilla de Machachi con pan comprado en de las Casas.

La música que escuchaba era la de los Panchos y era la música de Julio Jaramillo que estas melodías perforaban el recuerdo del dolor y la travesía de los grandes puentes colgantes del Pangui. Alguien que no oía pasillos de JJ es como que no se identifica con lo de ser ecuatoriano que había salido por desiertos mexicanos y ríos caudalosos que arrastran los muertos de migrantes que durmieron en el sueño profundo americano que nunca les fue posible cumplir y solo entregaron su vida como mujeres que hacen el amor con miedo y decisión.

No era posible pensar en las deudas que contrajeron por el sueño que jamás llegaron a ser realidad, lo verdadero y real era que por el paro y las movilizaciones de este año se había comprado cebollas y huevos a precios que ya no rinde el bolsillo de los moradores del Castillo de Ingapirca, del Santuario de la Virgen de la Nube y de Nuestra Señora del Rocío. A mi oído suena el soplo de los orificios de la zampoña y la quena. El arpegio de la guitarra va como los dedos que siente en las costillas del hombre que va muriendo cada día con cáncer a la piel y con la condenación para toda la existencia en el más allá donde el rechinar de dientes era alarmante como gritos de media noche cuando iban llevando todo el dinero y las pertenencias de un hombre que se había quedado del bus que lo transportaba desde el norte de la ciudad o desde los valles que anochecen con sus lánguidas luces que insertaban más miedo en la conciencia de los filósofos que siguen pensando en la no existencia del poderío del ser supremo.

Nunca quería desaprovechar el tiempo en conversaciones que nunca alimentaban el alma, sino que perjudicaban la conciencia limpia de la vida.

El tambor sonaba como bulla exorbitante cuando el macondeño descansa después de largas horas de trabajo dentro de una biblioteca centenaria donde el polvo había sido capa del olvido de los lectores que ya han fallecido y simplemente mediante espejos mágicos veían cómo se habían envejecido el papel de los periódicos del tiempo de Eugenio Espejo cuando denunciaba a los corruptos de entonces. Quería gemir como estremece la noche frente al día de la matanza de los adolescentes de tantas periferias de las ciudades del cacao y del banano. Se sumergen sus caras como ramas secas que vuelan por el viento de julio y de agosto. El macondeño solo pensaba en buscar hilo chillo para hacer muchas cometas y ofrecía a los niños y niñas que van al Panecillo a matar el aburrimiento de las vacaciones que mal o bien pasaron el año después de las clases cibernéticas y cansonas. Las clases presenciales que igual eran tediosas por la precaria metodología utilizada por el profesor que sus años han caído en sus espaldas y denotaban la sabiduría para los alumnos reacios a los hábitos de estudio y conduta intachable. Ya no quería tocar la guitarra porque le trae recuerdos de las andanzas con su instrumento al hombre por ciudades y pueblos de la Amazonía donde tranquilamente tomaba café con azúcar y empanadas de viento y las papas fritas con un tanto de sal y mayonesa a su gusto y buen paladar. El vasito de plástico estaba mezclado de mayonesa y ají y cuando se coge en unas cuantas papas crocantes. Los ojos del macondeño arden por haberse bañado cuando salían al trabajo y después al regreso de su jornada, no muy largo el tiempo de trabajo, pero sí era tediosa y trabajosa porque tenía que sentarse horas y horas a los computadores para registrar todas las obligaciones como profesional y a la vez como dueño de casa que exigía la paga puntual de los arriendos y el pago de la luz y el agua. Iba de mañana con su hijo a una cancha de básquet cercano porque ya al medio día debía de irse a su trabajo, ahora, lo esencial era fomentar la cultura y la historia que queda guardad en repisa y paredes de la casa amplia y con mucho amor y dulzura.

Mientras estaba acostado en recamara mirando con los ojos fijos al techo recordaba cuando se cayó de espalda a gran velocidad en la escasa agua del Tobogán de la Chorrera.

El macondeño salió a buscar al hombre del coche que vino desde la Martha Bucaram a pararse en la Iglesia de la Chimborazo porque ahí le contratan para tomarse un cafecito y su paga lo valoraba con alegría porque el dinero que se tenía no era cosa que dure para siempre sino era algo que te sirviera para tu vida personal y diaria. Después se sentó en una silla cómoda y escuchó el pasillo El Ángel de Luz que era un pasillo con muchas metáforas que le hacía sentir al que escucha esta melodía que el amor era como fuente cristalina que emanaba de la tierra y se relacionaba el pensamiento de este amor tierno y sincero con la fertilidad de la mujer comparada con la fertilidad de la tierra, la Pachamama. Buenas noches le dijo al fantasma de la media noche de la calle Rocafuerte y García Moreno. El fantasma que estaba arrinconado en la bodega polvorienta con trajes de matón y con trajes de obispo que había salido de su obispado para visitar a los más pobres de lugar, el obispo les ha llevado grandes trozos de pan y vino y en sus dos manos iban transportando hasta llegar a visitar aquella familia que  nadie tiene un trabajo duradero ya que tenían que salir a las calles a ofrecer medias y relojes esperando que alguien los compre para con esas ganancias se pudiera comprar mucho fideo y un pedazo de queso para dar sabor  la sopa de medio día. Escogió mi corazón este amor equivocado se decía por dentro de su más íntimo pensamiento. Su pensamiento iba al ritmo de este sanjuanito que ha durado por mucho tiempo en las radios y ahora en YouTube como música nacional.

Nunca pensó amanecer cerca del Ilaló donde aún se puede escuchar el canto del mirlo y del ruiseñor. Las mariposas de todos los colores van de flor en flor, de yerba en yerba. Qué bellas son tus obras son del arquitecto del universo y las huellas del amor quedaban como pisadas en la arena que con el paso del tiempo desaparecerán.

Iba pisando las piedras del sendero e iban percibiendo el aroma de mujer, las moras silvestres y olor de eucalipto era penetrante a su nariz y se relajaba su mirada del estrés de la ciudad que observó la matanza de Eloy Alfaro, del indio Daquilema, de las ofensas a Transito Amaguaña.

Había llegado el momento de proclamar y le entregaba sus brazos para el mundo abrazaba también pensaba en sus adentros como pompas de jabón que desvirtúa su personalidad y carácter colérico de la existencia del Hades.

Te hablo desde la prisión era una salsa que también le iba y venía en su oído acústico de artista y disfrutaba con ritmo y sabor mientras tomaba un vino añejado español y su boca era tan amarga y causaba el tufo de la desgracia de haber empezado a tomar la primera copa que terminaría generando en maltrato verbal y psicológico a quienes rodeaban su celda de la existencia que toda la noche pensaba en sus andanzas y matanzas de tanta gente que hizo desaparecer como furia de viento o de agua. Nunca dejaría de escribir la única historia que tal vez se publicaría antes de morir, antes de dar su último suspiro en este mundo injusto porque por sus asesinados le dieron condena de treinta años para reflexionar y cambiar de una vez por todo porque la existencia solo le da una oportunidad más para ser mejor, el arrepentimiento sincero del macondeño no bastara para la paz de los familiares porque por más dinero que reciban sus familiares como indemnización del estado, nunca regresarán a tantos jóvenes y señoritas secuestrados, violentados por todas partes del globo terráqueo. Cuando tú te hayas ido me envolverán las sobras y los cristales humanos llorarían sin cesar hasta la parusía del señor que trasciende noches más oscuras del destino que gritará en la soledad de la noche, que era la luz del mundo para quienes no lo conocen y siempre su luz lo llevará hacia el más allá de la existencia porque no haya tanta dicha sentir la presencia de un señor de señores de maestros de maestros. Quería gritar justicia para vivir, quería gritar extradición esas fueron palabras de los más menesterosos de las sociedades no solo ecuatorianas y peruanas sino de toda latinoamericana, siempre hay que hablar de la verdad frente a los poderosos del de las sociedades neoliberalistas y que hacían grandes filas para conseguir un trabajo en el sector de limpieza de las céntricas y periféricas calzadas de la ciudad.

Píllaro viejo tierra querida donde mi vida he dejar también pensaba en sus remotos pensamientos de cantautor de la tierra de las flores y de las frutas. Después de haber estado pensando en tantas canciones amaneció otro día para seguir imaginando la historia comprometida con el público lector interesado en sus obras primigenias de su escopeta inspiradora de los sonidos acompasados de muchos géneros musicales que ya no quería elegir una más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2

El mancodeño siempre se levantaba temprano para observar después de abrir la puerta si es que va a llover o no. El clima gélido le acompañaba en la meditación de las mañanas y las tardes. Siempre tomaba un vaso de vino tinto que en su paladar sentía el sabor y el placer de la existencia misma.

¿Qué te pasa? - Le preguntó aquella dama. El macondeño le contestaba -No me pasa nada, solo que estos días me ha sucedido muchas cosas que tienen que ver con mi brazo y mi mano. La mujer le seguía interrogando y le decía ¿Por qué te suceden estas cosas? El hombre le decía que, porque tal vez sea por poca concentración de utilizar el aceite en los sartenes en el momento que lo fríes el pescado, porque hay que saber utilizar el aceite en la paila porque si pones mucho y si lo haces con fuerza al manipular la espumadera podrías causar un accidente. El aceite caliente saltó al brazo izquierdo y le produjo una quemazón de primer grado.

El sol cae sobre el piso mojado porque toda la noche ha llovido. Y el pensamiento del hombre se concentra en el dolor de su brazo izquierdo porque fue marcante. Los pensamientos y sentimientos fluyen como el agua del manantial más cristalino y sus aguas son habitadas por innumerables guañas. Las guañas sino sabes comer te lastimaría la lengua y el paladar, para servirse este tipo de comida hay que tener maestría. Una maestría que solo sabe el habitante de la zona donde se cultiva la canela y el verde.

El macondeño morador de un pueblo que nunca existió en la mente del escritor sino solo existe en la mente de miles de escritores que lo han leído y experimentado las vivencias del escritor que se acercó a prepararse en la principal ciudad de Colombia y por motivos peculiares desde los medios periodísticos no alcanzaba más que a inventarse pueblos que nunca existieron sino solo en la mente de hombre de letras mecanografiadas o solo plasmado en taquigrafías.

El macondeño quiere pensar en las más angostas calles de Grecia y Roma, porque según Miguel Agreda que los romanos se habían aprovechado de la sabiduría y mitología de los griegos. El escritor macondeño seguía pensando en el mito del Cíclope que de alguna manera le impresionó observar un gigante con su ojo en la mitad de su frente y los amigos de Ulises, no el Ulises Estrella, sino quien navegó por el Mar Mediterráneo. Para escaparse del poderío de su cueva, lo embragaron con mucho vino para que los soldados pudiesen escapar puestos en sus espaldas el pelaje de ovejas y el Cíclope mareado no solo de tanto vino sino de la angustia y la soledad de la cueva. Y cuando ya se habían escapado el gigante del pensamiento de Homero. Alguien le había preguntado quien te ha estacado en el ojo y le respondía que Nadie, entonces, el hombrecillo de Macondo se quedaba anonadado por semejante hecho.

Alguien quien pueda escarbar el pensamiento con silogismo filosóficos, el juego de los contrarios o también analizar desde el psicoanálisis la vida de cada ser humano que desde su violencia o desde sus traumas van a ser liberados y entretenidos.

El hombre macondeño se trasladó en Flota Imbabura hacia la ciudad de Azogues donde pudo contemplar una fortaleza que fue construida desde tiempos inmemoriales, disfrutaba de un baño en yerbas frescas junto a las vírgenes del sol, en su piscina, más conocida como la del Inca.

Luego de visitar esta construcción viajó en un bus que le llevó hasta el Santuario del Rocío donde hay una imagen de la Virgen María y desde ahí pudo contemplar la belleza de Biblián, la tierra de los jaboneros. Después de ingresar a un bar que hay en la calle principal del cantón disfrutaba de un hervido de mora, que fue una mezcla de mora con trago puro de caña más conocido como de caña. El hombre macondeño subió rápidamente las escalinatas desde la avenida de la Virgen de la Nube e ingresó a este templo misterioso de gente campesina de San Marcos, Bayas y muchos otros pueblos que rodean la ciudad de Peleusí, donde como hasta ahora cuando llovía y los zapatos se llenan de tierra arcillosa por las mañanas y por las tardes, después de jugar un partido de fútbol en el estadio de la ciudad. La catedral una construcción de mucho más antes fue testiga de la presencia de muchos seminaristas de los ojos negros, con olor a romero e incienso bendito y las voces de los más de 30 seminaristas de cantaban acompasados los himnos y salmos de la biblia y sobre todo los cantos portentosos en honor a la patrona de esta población. Y los frailes franciscanos se han reunido con el representante del Padre de General de la Orden al capítulo de las esteras para elegir al Nuevo padre Provincial que dará su guía y mandato con su báculo de poder de hermano menor. Y entre recuerdos y ruidos de los sonidos de los cantos gregorianos en capilla ardiente de oración para que a través de los votos se elegía al nuevo provincial que por más de dos ocasiones aplicaba y contribuía y expulsaba a frailes enredados en el pecado de la carne y del adulterio fruto del pecado de Adán y de Eva que los llevó a pecar como pedófilos.

Mientras se acordaba de estos recuerdos dolorosos y bochornosos meditaba sobre la muerte del padre castrense y primer subteniente de la policía que lo encontraron muerto en su parroquia luego haber pasado sus últimos instantes con un amigo en una piscina y todo quedó en silencio así como en la muerte de Eloy Alfaro que lo habían quemado en la plaza del El Ejido porque no era de los nuestros cómplices del uso del poder clerical y conservador de la época dorada de que la educación religiosa era la que encaminaba a la sociedad de ese entonces.

Las montañas se tornaban más verdes y también amarillas por la sequía que se extendían desde los pueblos abandonados de Loja. Nunca puedo olvidar de la gente que cruzaba de un lugar a otro por querer observar la diablada pillareña tanto en las fiestas de su fundación en Julio y de las fiestas de año nuevo donde desfilaban entre guarichas y las parejas de bailarinas. Los capariches simulaban estar barriendo las calles céntricas de los antiguos pobladores denominados atipillaguazos.

Los Llanganates era conocido como el lugar concreto donde habían dejado el tesoro escondido en la selva tan tupida, por las tierras de los toros bravos que bajaban a pasearse en su corrida de las Fiesta Taurina de las Mercedes.

El mancondeño se queda admirado de tanto híbrido de cultura que existe en el espacio del país que era atravesado por la línea equinoccial.

Todo esto que contemplaba solo había sido una pesadilla piadosa y desenfrenada de su mente tan confundida y hedonista del pasado que bordeaba el presente que invitaba a la santidad de la existencia.  Mientras el mancondeño hacía reflexiones de esta experiencia de pensar en el mundo y realidad que ya pasó se proyectaba a internarse en el túnel más oscuro donde se experimentaba el mundo de los ciegos de Saramago que contemplaba la perspicacia de este mundo como un mar de leche que se imaginaba la textura de un árbol de pino o de un eucalipto sembrado en la sierra central o en las laderas de la Hacienda de Catchuqui.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3

Sentado estaba en su cama con muchas almohadas pensando en el autor Gabriel García Márquez, meditando por mucho tiempo en la abundante capacidad de escribir y de pregonar a diestra y siniestra su identidad en relación a su pueblo de Macondo.  Pensaba en los Buendía sobre todo en Melquíades. Macondo era como un lugar sagrado en el tiempo de los israelitas que vagaban desde Egipto por el desierto más largo antes de llegar al monte Sinaí. Macondo no era un destino solo para los Buendía, tal vez era destino para todo hombre de buena voluntad, un sitio misterioso y lleno de oscurantismo de las letras. Macondo era la historia de miles de generaciones, generaciones de zapateros, de artesanos, no tanto de artistitas del repujado, sino del arte de talabartería.

Macondo era un lugar misterioso, era como hablar de la Huasangó que aparece a los hombres enamorados con cola cerdo. Por Limones contaban sus moradores que le habían visto a la Huasangó no solo en la película ecuatoriana: Sueños en la Mitad del Mundo, sino en los manglares de éste primer puerto del Pacífico. La Husangó la arrastraba hasta la mitad de la selva y lo hacía desaparecer al hombre que había esto de turista en el lugar.

Macondo más que ubicarse en un mapa real existe en el espíritu de cada hombre que se santigua cada cuarto de hora al pasar por muchas iglesias que adornan el centro colonial y el centro moderno de la carita Dios.

Nuevamente, el macondeño lleno de expectativa de un nuevo día de aventura salió con su mochila, en su mochila llevaba 28 canicas chinas, un yoyo tomate con verde eléctrico y una piola café por el uso y el contacto con la tierra. Llevaba también una pelota de tenis, un balón deshinchado de futbol, una pelota saltarina con puntos verdes. Se olvidaba de contar que llevaba un trompo de madera con punta metálica y con sus dos metros de piola que lo había recomendado la señora de la Ferretería. Algunas mañanas antes de las ocho ya debía de estar saliendo a tomar el bus, el trole y cuando había disposición de dólares utilizaba el taxi que cobraban lo que marcaba el taxímetro. En esta ocasión el taxista que se dirigía por la Avenida Naciones Unidas, le decía el Mancodeño al taxista que si es que tenía vuelto de veinte dólares, porque muchos de los transportistas no tenían sueltos para dar un cambio, por eso es que lo había advertido y el chofer a dónde se va el macondeño le contestaba que “al Metropolitano”, pero no le había entendido porque se había estado dirigiendo su nave hacia el Hospital Metropolitano, le dije, a dónde va y me respondió que al Hospital Metropolitano, entonces, le dije debía llevarme al parque metropolitano, pero que se debía pararse para comprar algo y cambiar el billete, entonces, así fue se dirigió hacia una tienda de la entrada del “parque metropolitano”, porque en la existencia y viajes en taxi habría que ser claros para dejar de pagar más por el servicio del taxi y además dejar de perderse en el trayecto laberíntico del norte de la metrópoli. El niño que iba con el macondeño estaba renegado porque no quería caminar porque decía que dónde se ubicaba el parque. El parque metropolitano era un bosque anterior del antiguo Batán, donde prácticamente era un bosque abandonado y desolado. Muchos que subían a es este sitio cada familia o cada individuo llevaba sus macotas, es decir, perros de distintas razas, distinguió pastores alemanes, salchipapas, runas y cruzados.

El macondeño se dispone a seguir por el camino del inca porque por ahí puede ir contemplando todo tipo de árboles, romerillo, estepas del páramo. Puede ir no solo pensando en lo que tiene que decir o comer, sino va interiorizando su existencia, sus actos que le han hecho arrepentirse toda la vida. Ir por el camino del inca meditando y contemplando todo tipo de flores y mariposas de todos los colores. No solamente ve mariposas, sino pajaritos. En el prado lo distingue

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4

El macondeño no dejaba de pensar en sus antiguos grandes maestros de la Universidad, que por cierto ya había pasado mucho tiempo, porque empezó en la Facultad de Ciencias Filosóficas, pero como había tenido un excelente maestro de Filosofía en la ciudad de Peleusí cuando estuvo en la secundaria porque se acordaba del mundo de las ideas, del mundo del conocimiento, de la razón y del ser que debía reflexionar sobre la verdad e los entes. El Raciocinio, el juicio, los silogismos que concebía en su mente no tanto teóricos sino como premisas constantes de la reflexión y el pensamiento filosófico, como una ciencia que iba a desaparecer y que el estudiante de colegio que seguía ciencias sociales no iba a progresar económicamente. El mancondeño contemplaba en sus sueños muchos maestros como por ejemplo se acordaba de la profe que daba Gramática Normativa, que muchas de las veces no estaban familiarizados de los distintos sintagmas, el nominal, el preposicional, el sintagma verbal, la maestra les indicaba con cierta destreza magistral el poder reconocer estos distintos sintagmas dentro del contexto de la oración gramatical. El recuerdo del maestro que daba literatura hispanoamericana que aparte de la panorámica impartida sobre todo el Modernismo, de sus características nutridas en significados de la literatura, sobre todo de la imagen literaria que se tenía del representante del Modernismo como es de conocimiento universal la existencia de Rubén Darío.

Recordó de la docente que le tiró la puerta en la cara porque había llegado atrasado unos minutos a sus clases magistrales de literatura precolombina, en el tema de la literatura indígena, pero con una panorámica desde la literatura desde los aztecas, desde los mixtecas, desde la literatura de los incas, del poema de Atahualpa Huañui, que relataba la agonía del último inca inofensivo pero que fue condenado por los eternos colonizadores de vieja España.  

Seguía penando en la magistra de literatura clásica que aferrada al Oráculo de Delfos, o a la Historia de Medea, o la trágica historia de Edipo rey. Al macondeño le impresionaba tal sabiduría ya que era una maestra que daba clases en el Juniorado y también en la Universidad, pero eran muchas las lecturas que daba para realizar, pero muchas de las veces por cansancio o pereza no alcazaba a realizar. El Macondeño y su amigo leyeron el Fantasma de Canterville, el producto final fue realizar un canto que debía haber cantado en voz de estudiante jesuita.

El Ecce Homo fue una obra que interpretaba el profe que se había doctorado en la Paris, la ciudad de las letras y significados hondos.

De esta forma llegaba a soñar en el maestro de maestros, quien era experto en crítica literaria de la obra Huasipungo, quienes le conocían más a este experto de la Lingüística de Ferdinand de Saussure, el padre de la Lingüística y de la Sociolingüística.

Estuvo dormido porque había viajado desde lejos desde de una casa descuidada por la pandemia tan larga de los últimos años, solo acariciaba a los perros sobrevivientes de que han sobrevivido a este mal. Y de pronto el fraile le comenzó a contar que amigos de ataño les ayudaron a sobrevivir en esta ciudad llena de incertidumbre y mucha lamentación porque sus familiares ya no están en esta tierra cruel y llena de infección a causa de la peste. El macondeño le dijo _qué pasó en aquel tiempo de contagio_ el hermano le respondió al hombre de cicatriz en su cuerpo que él supone que se contagió en la radio porque ahí manipulaban el periódico para leer las noticias diarias.

Mientras tomaba nuevamente el desayuno comenzó a conversar con el sacerdotico sobre experiencias del pasado, cómo le habían botado del sendero franciscano por mujeriego que no eran amistades maliciosas porque eran, realmente, ingenuas, llenas de novedosas curiosidades de la definición de amor comprometido, era solo de juego que le costó reorientar su sendero al macondeño que se había leído veinte mil libros en Arequipa pidiendo al premio Nobel del Perú, Mario Vargas Llosa. También el macondeño en ese instante que se le cayó la taza de cerámica al suelo por poca destreza que tenía en sus manos recordó en una parte de Rayuela de Julio Cortázar hace alusión al sexo oral como pan de cada día y al sexo anal como premio de media noche. El macondeño solo se puso a pensar en estas realidades de temas literarios de referentes de la literatura latinoamericana como pretexto de deleite y placer estético que en las materias de las letras pueda imaginarse.

Además, pensó en las nuevas tendencias de las letras latinoamericanas como pensar en el contenido de las peticiones del padrenuestro. El discurso que dominan en esta época es el retórico frente la ciencia y a la parte ficcional.

            Muchas de las veces hay que respirar y seguir y no llegar a la nueva navidad enojado o peleado, pero el macondeño se puso a reclamar de manera fuerte y carácter fuerte. Le habla de silencio o de hipocresía frente a los compañeros de trabajo, me queda claro que los demás hablan es porque no le alcanzan a lo que la otra persona ha alcanzado con su esfuerzo o constancia en la administración de aquella casa de educación. Es preferible afirmar y aceptar que uno también tiene errores humanos y lo que queda es poder apreciar los caracteres de los demás algunos son fuertes otros son débiles.

Los jóvenes de esta época son como quien dice frágiles o como unos finos cristales que puedan romperse con la mirada o una palabra de ofensa reflexionaba el macondeño. El macondeño hurgaba en el Matarata y avanza a leer una remembraza de César Chávez, de estudios de abogado, pero de oficio de escritor y bibliotecario. En las líneas que leía es un resumen de su vida terrenal aparte de ser de Tulcán ha escrito algunos libros que según lectura revisada como que predecía su muerte de la manera de ya no soportarla, porque las enfermedades están llenas de padecimientos y de muchos medicamente que a lo mucho solo calman por un momento, ahora lo importante es que el destina más claro como decían los griegos en alguna obra literaria es la muerte, el acabó se dé una vez por todas, el viaje sin retorno, o hacia el hades o hacia el paraíso de los espíritus que llegarán y contemplarán para siempre la luz de la eternidad, solo quedan las obras escritas, las letras que trasciende por un buen tiempo, porque también un libro puede deteriorarse con el tiempo y finalmente desaparece. La esperanza de todo ser humano es que al menos se permanezca en el recuerdo de la existencia misma. El macondeño va bajando por las escalinatas de la imaginación al fondo de Hades a buscar por si acaso y de pronto lo encuentra a César Chávez sentado y pensando en su biblioteca que se quedó cerrada la puerta para siempre.

_No puedo de dejar imaginar_ se dijo el macondeño, tal César no tomaba la cruel decisión de que finalmente se quitara la existencia, a lo mejor ya no quiso estar en este mundo soportando la apariencia incierta de tanto encuentro incierto de escritores y camaradas de las letras revolucionarias y constantes.

Alguien le hablaba al macondeño de que no hay que estar resentido o enredado en sus problemas íntimos y psicológicos. Se pregunta a sus adentros o es verdad que tengo un excelente carácter o tengo un suave carácter que nadie lo respeta. Esto de sopesar el desorden de la existencia es algo que no me cuadra porque tienes que firmar un acta compromiso por dejar de respetar a una mujer que también a irrespetado la voluntad del varón, y cómo puede hablar de equidad de género cuando el irrespeto está por delante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5

El macondeño cuando se le fue el sueño empezó a compartir los enlaces por medio del WhatsApp y ya no quiso seguir en las sábanas calientes. Se sentó al borde de la cama de eucalipto que ya le resistido veinte años. Por dos ocasiones se fue a buscar al carpintero para que le compusiera el larguero de la cama. En esa cama, él pudo haber compartido como dice alguien que la cama no solo es para sentir el amor y la dulzura de una mujer sino para pensar en lo que hay que hacer. Era el primer día de trabajo que se fue con alegría, se arriesgó a salir con su computadora hacia el sitio de una unidad fiscal de educación, donde se encontró con un amigo que le iba relatando la historia Pedro Carbo que es una localidad alejada, donde se cree que muchos que utilizan las motos por esta carretera, según testimonio de sus moradores son robadas, pero, los montubios se arriesgan a utilizar ya que no hay mucho control policial.

El caballero no había estado presente en sus casas y todos tenían caras de malos y tenían machete en mano, porque salían así para vigilar sus propiedades y sus animales que por los cuatreros que llegaban de otras localidades. Pero, había sido época de misiones, semana santa, había ido profesores y alumnos de un colegio particular religioso a pregonar la palabra de Dios. Pero toda esta comitiva de misioneros tenía la indicación que no podían comunicarse con las mujeres y peor con pésimas intenciones, sin embargo, debían relacionarse a pesar de las indicaciones de los organizadores de las misiones.

Además, el amigo que le contaba esta anécdota al Macondeño que se apresuraba a seguir escribiendo su novela que pude ser que tenga un tinte ficcional o detectivesca. El Macondeño se había quedado dormido y soñaba en que las mujeres que vivían con estos vaqueros que habitaban eran jóvenes y bellas, a lo mucho de veinte y dos años de edad afirmaba el amigo del macondeño, porque, precisamente, él había estado presente con la cantidad de profes e innumerables alumnos, que iban con la ilusión y la expectativa de realizar unas buenas misiones por este lugar pintoresco de la costa.

El Macondeño era el más arriesgado porque no le importaba lo trascendental consta en disfrutar de la naturaleza desde su paisaje hasta el baño en sus aguas cristalinas de los vados del lugar, donde el silencio y la distancia de kilómetros y kilómetros del pueblo más cercano. No le pasaba nada si se bañaba en trajes menores, esto es, porque disfrutaba de sus aguas tranquilamente mientras su amiga le esperaba.  El ruido del rondador y de la zampoña, el bombo, el charango, guitarra le zumbaba a su oído que ha descansado del bullicioso de un aula de clases y del tumulto de la gente que va en bus por los túneles de San Juan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6

La existencia del Macondo era incierta porque tenía que realizar varios viajes a distintos lugares del centro del país que por sus conexiones fluviales hacia el río amazonas como la aspiración de todo escritor comprender o descifrar la leyenda del Dorado. El arriesgarse e irse a otros lugares le abría nuevos horizontes de comercialización de sus primeros escritos que de alguna manera le han financiado para solventar ciertos gastos personales y colectivos.

Nunca dejó de pensar en su ciudad que le vio y le acompañó en su infancia y que en sus recuerdos está que viajaba más dormido que despierto ya que eran, momentos que ni siquiera alcanzaba para para pagar doble pasaje y durante el viaje le tocaba colocarse junto a la señora de chalina y tejida con agujeta.

Más recuerdos que abundaban en su subconsciente. Esta vez se fue su imaginación se fue a Mira que es una población que es encantada por la creencia de las brujas, historias narradas por sus inventores y sus paisajes eran tan descritos como historias verdaderas de la existencia de sus habitantes.

La historia que me cuentan consistía en que a la media noche. La mujer y el esposo habían estado durmiendo y a las altas horas de la noche, cuando los gallos empiezan con su kokorico que dan señal que la existencia sigue después de un sueño profundo, el marido se da cuenta que su esposa se levantaba ya por más de dos ocasiones estaba a la expectativa de qué mismo pasaba con las levantadas a media noche. Se preguntaba a sí mismo –¿A dónde mismo se va mi esposa? Una de esas noches cuando se le levantó sigilosamente hacia fuera de su vivienda para poder descubrir o acercarse a la realidad, tuvo que salir descalzo y pisaba la tierra fría de la noche y sentía el frío en las plantas de sus pies, pero lo que le importaba en aquella noche era salir y adentrar en estos mundos mágicos, y de pronto entró por una cueva y a lo lejos se veía un ambiente de brujas y en aquel espacio. Su esposa ha sido un personaje importante en ese concejo de brujas. El esposo se quedó contemplando este congreso de brujas y se quedó anonado y de la emoción de apreciar este acto mágico, pero a la vez real.

Luego de recordar estas historias se fue de viaje el macondeño a la sultana de los Andes y se fue en bus desde las ocho de la mañana, recuerden que tenía que irse en esta tarea de expandir su literatura, entonces, se subió al automotor con cierta duda de que apenas se había enterado que el hospedaje que le iban a dar en el San Felipe Neri, se echó para atrás ya que en la pieza que iba a hospedarse, estaba reservada para la mamá del hermano rector jesuita de este colegio centenario. Bueno, el macondeño respiró profundamente y en vista de esto, la decisión del hombre de las dos mochilas en la una llevaba sus obras literarias y en la otra se lleva unos cuantos calzoncillos para bañarse y seguir en su experiencia de escritor y vendedor de libros, tipo mochilero.

Se había acordado que había conversado antes por WhatsApp con el superior de los franciscanos, pero el fray le pidió al macondeño que se regresara a las seis de la tarde porque, sí le prometía darle posada, pero solo la noche y de esa manera pueda hacer la promoción de sus obras durante todas las misas del día domingo, antes de la bendición. Así fue, pero hasta que sea las seis tuvo que regresar por la calle argentinos donde queda el monasterio de la concepción y así avanzó hasta la calle Juan de Velasco por donde es la entrada del colegio jesuita, ahí pasó en la esquina ofreciendo sus obras y tal vez le escuchaban ose hacían que le escuchaban algunos moradores del sector, pero eran gente campesina, con sus atuendos de indígenas riobambeños, tal vez el macondeño tenía tintes de rechazo a los indígenas como seres que no entienden mucho de letras, peor aún de obras literarias con tinte de literatura testimonial, ahora , que ya se cansó de estar hablando: _Llévese la promoción de libros inéditos, del escritor de la tierra del Gral. Rumiñahui, pero nadie le decía una jota por que ciertamente, no les interesa la literatura, mientras tanto  ya era hora que se vaya de esa esquina porque nunca vendió nada y después de darse otra vuelta completa.

Estas tardes han estado tan frías y esta temporalidad ha afectado la salud del macondeño, tanta historia fantasmal, tantos inventos del Quijote moderno de la historia, ya no es el que piensa que está luchando contra soldados sino contra molinos de viento, ahora el Quijote había estado contemplando el mundo robótico. Los hombres de esta modernidad solo piensan en las redes sociales que van averiguando mucha información y desinformación. La existencia continua paso a paso.

Los hombres sedientos de la literatura, siempre irán por el destino a buscar nuevos temas, seudos temas de civismo y de peculiar existencia de personas que vivieron en los años 1700 y 1800, donde todo era más definido los estatus sociales, de los que más y tienen y de los que menos poseen, la diferencia entre los hacendados o terrateniente y simplemente a los indígenas se les consideraba como incapaces de emprender y hacer nuevas actividades sin perder la esencia de ellos mismos. Nunca hay que desesperarse por ser el letrado, el intelectual, el psicólogo de los seres humanos que van cometiendo no solo los errores de la existencia sino van escarbando por los caminos de piedra y de cemento descubriendo las ideas existencialistas, las sabidurías populares, la defensa por el protagonismo y el papel revolucionario de la mujer, la mujer de estos tiempos va saliendo del hueco, del fango del machismo exagerado que imperaba en la sociedad. Todas ideas que había pensado estaba en la mente y recuerdo del hombre solitario que va camino por las ruinas poco vistas de las rieles del tren que por el tiempo se ha oxidado, se ha desaparecido el sendero del destino y se ha dejado carcomer por la tristeza, pero a la vez, se ha llenado de mucha alegría porque sabe que hay cierta esperanza en la existencia porque al menos saborea un come y bebe lleno de vitaminas para el cuerpo que necesita y nunca hay que debilitarlo, nunca hay que dejar de apreciar las ilusiones que están en lo más adentro del interior de los hombres que se sientan junto al volcán del existir, del río que se inundado no solo del agua cristalina sino de las penas que persiste en holocausto del devenir del tiempo exacto o impreciso.

Saborear el vino que ha puesto como una bebida que le enciende el pretexto para compartir lo que se está realizando en este tiempo postpeste, tiempo de calmar la ansiedad y el menosprecio de la gente que nunca deja de llenarse de panes que contienen el polvo del placer, el polvo que le cubría la desdicha del pecado más negro pero también el blanco que percibe por la necrópolis de la urbe del Hades, si comprendes por Hades el sitio esperado de los hombres que jamás se dieron por vencido y disfrutan del néctar de la alegría, el líquido bendito de la mirada tan primigenia, tan límpida de intenciones clandestinas que perdurarán hasta cuando se acabe el último individuo del horizonte.

 

 

 

 

 

 

 

7

Nuevamente, me pongo a seguir pensando _afirmaba el macondeño_ reflexionando no solo en los pasajes de la biblia, sobre todo del pasaje que le observo en la personalidad del nazareno que les corrige a quienes se han reunido en la puerta del templo para convertir la casa del Señor, en cueva de ladrones y comerciantes.

Se encuentra con una amiga que se ha forjado en escritora en otro país y ha escrito Hecatombes donde ha escrito sobre el respeto a la mujer y otras experiencias que le ha marcado como ser humano en un ambiente rico en camino literario esparcido letras con significado durante el trayecto de sus viviendas que les reúne para pensar cómo escribir la siguiente novela que le marcará durante la permanencia de catorce años fuera de la tierra que le vio nacer, crecer y educarse bajo un sistema establecido de valores que le llevarán por un sendero de felicidad.

Un nuevo encuentro con la misma pista de trote que se ha convertido en testigo de su provenir en la fuerza y ritmo del trote que no solo le produce sudor de su masa corporal, sino que lo renueva de sus malas inclinaciones del pecado masturbatorio no solo del desenfreno sexual, sino del desenfreno mental que es lo más peligroso para el ser humano.

Sigue escuchando la melodía de los Visconti y dice “Yo me conformo señora…por no decir lo que siento” es una tonada que delata que está eternamente enamorada de la existencia que trasciende por los rincones de los canales que a traviesa la sangre que quema y va y viene esquivando la grasa que se acumulado en años de nostalgia y alegría de la vida y el amor que nunca jamás podrás olvidar en el recuerdo de los muertos a que se han despertado para servirse grandes proporciones de colada morada que por tradición han dejado en pedazos de cemento maltratado por el paso del tiempo que transcurre como el curso del río más grande y largo de la América de los sueños. Los pueblos de aquella comarca que contempla casas de guadúa y esteros con gran contaminación y pestilencia a mariscos.

La mente se llena de muchas inclinaciones o si bien te declaras idealista que se contrapone al evolucionismo. Ser idealista se confunde con el rezo de religioso fanático y el que recibe la correcta y santa evangelización.  Y el evolucionismo te convierte en percibir la realidad que existe desde el materialismo, desde la perspectiva científica. Todo esto que se contrasta entre la fantasía y la realidad lo encamina al macondeño con sus dudas que son producto de una profunda reflexión no solo de la existencia sino del fenómeno religioso que percibe cuando baja aquellas mil escalinatas del destino de los hombres que pasan meditando en las cuitas que aparecen al amanecer y se esfuman como humo del fuego en el rancho solitario del páramo donde se escucha el silbido del viento que aviva el fuego del pensamiento y la inspiración del poeta que ansía escribir un verso perfecto al estilo de los poetas del siglo de Oro.

Mientras el macondeño va desilusionando la concepción pragmática de la vida, introduce la mano derecha en su prenda gruesa que se ha puesto para combatir el frío que a traviesa el hueso descacilado.

La angustia de saber que la vida consumiendo en la humildad de un colegio periférico es lo que le atormenta, pero más es la motivación que le mantiene que hay que sobrevivir tomando el café de la tarde un pan de huevo o poco de arroz que calma el hambre momentánea. Se queda observando la punta del lápiz que da forma a una letra capital del escrito que empieza a dar su significado que se impregna en la hoja blanca del libro que anhela publicar algún momento. La luz del foco cae tan directo a sus ojos cansados de observar el horizonte del paisaje de invierno, en el que las nubes han descargo la furia de su corazón adolorido por la partida de su niña que le busca porque su progenitor le apoye sin miedo hasta el fondo del Hades o en el altar del paraíso donde se encuentra su amada bella y esbelta. La lluvia ha humedecido las zuelas de su zapato porque por la oscuridad del camino tuvo que pisar en cochas de agua y con pocas esperanzas de que calme la lluvia.

El macondeño sigue pensando en las guitarras que le hicieron hace años y se vaya consumiendo su habilidad de entonar este instrumento y ya dejar de cantar porque la perspectiva de la existencia ha cambiado a raíz de pensar en la fantasía y no combinar con la realidad de ver las cosas en la descarga de las emociones en la travesía humana de cada quien. Nunca dejamos de saber sobre los rincones de los barrios populares de la gran ciudad. Mientras escucha la radio se imagina las historia de cada persona que se esfuerza por llevar la manutención a la familia a como dé lugar, contempla al arquitecto que cada vez desafía a la física y le resulta una construcción de verdad, una construcción de los valores que  mínimo los aprendió a practicar desde el seno de la familia de la cual proviene o de profesores que le introducían estos principios para llegar a culminar etapas precisas del clímax de la pasión por la lectura de libros usados o nuevos. El macondeño soñaba con una sociedad más digna y más justa.

El mancodeño que quiere seguir por el sendero del Inca que como quien dice baja desde Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Chile. El hombre se iba caminando apresuradamente, iba pateando piedrecillas y también iba jugando con las piedras labradas por el golpe de los ríos que a traviesa la serranía tan verde como aceitunas y potreros vírgenes que aún no han sido pisoteadas por alguna vaca o toro de la hacienda de los antiguos pobladores de Sevilla, radicados cerca de la tierra de Rumiñahui.

Mientras recorría como un canillita y como atleta del Incario. La vida de estos pobladores era precaria porque en esa época imposible las comunicaciones, siempre andaban sudando la gota gorda y sus cuerpos quemaban como sol de medio día que devoraban las aguas cristalinas de distintas cascadas de la zona amazónica y costera de lo que hoy es el paisaje que inspira a miles de artistas que dejan impregnado sus huellas de predilectos de la existencia.

La vida es una etapa que los seres humanos desarrollan todas sus capacidades que el ser supremo les ha dado_ se decía hacia sus adentros el macondeño_ precisamente por estas circunstancias, se puso a seguir reflexionando en un pasaje de la biblia sonde se relataba que la viuda dio sus dos únicas monedas como contribución y qué increíble es dar todo lo que uno es y realiza, es decir, dar al máximo en el cargo que uno tenga en la sociedad que nos permita la existencia. Nunca debes decir a nadie que la existencia es una náusea, sino una oportunidad para ser feliz realizando lo que a uno le agrada, es decir, desarrollar el arte que lo facilita para expresar lo que uno piensa, siente y se emociona.

El hecho de andar con mascarillas desde hace muchos años atrás ya uno se ha ido acostumbrando a soportar este elemento en nuestros rostros que se evita el polvo, las pelusas que están a la intemperie. El sol de medio día es tan sofocante y hay que pasar la calle concentradamente porque el semáforo cambie tan rápido y los transeúntes resulta una aventura de llegar al otro costado de la calle. Los vendedores ambulantes de aquella travesía le susurran al oído “tabacos” “tabacos”, para qué voy a comprarlo hace años el hábito de fumar, no obstante, los municipales controlan diariamente con barras y presencia de ellos mismo para que no se vuelva un caos. Y cerca de la avenida principal se encuentra un mendigo que siempre está acostado y mucho le van dejando un jugo, pan, comida y se ve que ha comido, porque hay huellas de la basura que ha generado, pero se contempla en el centro de la urbe un aspecto negativo de la panorámica del lugar. Y el sol cada vez se impregna en el rostro del macondeño que se apresura a tomar el San Carlos que lo trasladará hacia su trabajo, su trabajo es de docente y pasa apresurado las calles que denotan peligrosidad por la delincuencia que se ha desatado en estos márgenes de la ciudad grande.

Mientras espera el cambio de la tercera hora de clases, está pensando en las reacciones frente a los resultados del partido del país de la canela versus un equipo árabe.

La existencia pasa esperando que hay que vivirla, disfrutarla, antes de que sea demasiado tarde, por el presente está, pero el futuro es impredecible. El río tiene un caudal demasiado incrementado, lleva troncos, hojas que caído de los árboles que adornan el paisaje de lo que el macondeño observa mientras recuerda que antes de este tiempo del encierro le acontecía o experimentaba, corriendo por caminos donde aún hay polvo y lodo arcilloso que se pegan a las botas que lo ha prestado el campesino que ha existido desde hace mucho tiempo atrás.

 

 

 

8

En este lugar colonial y ecuatoriano, no hay una actividad que se valore, pero el hecho que a esta dama le gustaba el café, que se prepara como en la Amazonía y en Loja, el café mientras más caliente y concentrado lo contempla con maestría de un dependiente, pero con elegancia es este el café  que hasta en las canciones se ha escuchado que para aplacar la tristeza o el duro vivir de ésta existencia es recomendable tomarse una taza de café y si es a partir de las cuatro de la tarde, deliciosa bebida amarga y dulce a la vez. Hay muchas maneras que la dama lo prepara el café. Y lo acompaña al macondeño quien disfruta del mejor café. El café lo mezclaba con leche perjudicando al calcio, porque el liquido blanco se vuelve turbio. El café era preparado por un clase mientras cuidaba la oficina del Coronel, lo preparaba al estilo colombiano, “El café tinto”. El Tintico es una clase de café enteramente concentrado y lo disfruta en un vaso diminuto de cerámica. Los especialistas del café lojano según se cuentan que posee una combinación del café con haba y sabe espectacular para el paladar que degusta la familia lojana. Desde que se recuerda el macondeño se tomaba una taza de café para empezar el día porque no había descansado el día anterior, es recomendable un café ardiente. El macondeño va disfrutando cada vez que puede su café y cuando ya se acaba el café en la repisa de su cocina sufre porque se ha terminado el café y tiene que irse a la puerta de la iglesia de los jesuitas porque aparte de vender el periódico como canillita, era infaltable el café en recipiente de vidrio con tapa roja de plástico. El café sabe a descanso, el café sabe a placer de pueblo antiguo y que reúne a un amigo de hace tiempo, alguna vez me serví se decía el mancodeño que se sirvió un “ruso negro”, que no era una mezcla de café con licor bendito de los dioses y héroes del antiguo imperio de los incas. La pregunta que se hizo el macondeño al contemplar a la dama que no solo era adicta al café sino disfrutaba como reina de un palacio lejano de la América: ¿Qué sería si en el mundo y la dama no bebiese café del más puro y bien hecho? Muchos de los amigos de la dama disfrutaban de manera aniñada, “un americano” o un capuchino. Los hombres que nunca hayan probado café sería que les faltó de este sabor tan fragante y penetrante a las fosas nasales de cada hombre con espíritu cafeíno.

El macondeño se ha empapado por tan tremenda lluvia y se ha olvidado de que estaba con su gripe que no le deja respirar normalmente sobre todo en la noche, pero es más el cansancio de duro trajinar. Le ha podido doblegar el carácter de un adolescente mal educado con la indiferencia, haciéndole caer en la cuenta que no es que el profesor es malo, sino que los valores siempre han dicho que viene desde el seno familiar. El profesor debe poner orden y manejo de grupo en el momento que ingresa al salón de clases, como si fuera la primera clase, esa es la definitiva, sino estará esperando que se termine el año, para que desde el inicio se pueda poner aquella disciplina no tanto el conductismo sino el hecho de que el profesor debe ser un guía, un padre como se reconocía en loa antigüedad, hoy en día al estudiante hay que tratarle como un hijo que ha salido desde sus mismas entrañas, las entrañas que le da un sentido de valores y caminos que llevan hacia la buena convivencia armónica y llena de paz como para retirarse de aquel lugar como un Edén donde ya no hay malicia. La malicia muchas de las veces se originan de las mismas conciencias de quienes lo rodean, lo perforan con falsas esperanzas o de inquietudes que lo llevan a mal pensar de los demás. No está demás de causar una reflexión, porque la existencia tiene límites y una disculpa y volver a empezar es la consigna del macondeño que ya se está acostumbrando a nuevas aventuras y experiencias que le ponen activo lleno de fortaleza y entusiasmo de ver las estrellas del firmamento y de que toma conciencia de que ha dejado de llover y solo quedan las calles húmedas y listas para ser pisadas nuevamente por los transeúntes y personas que acaban sus calzados.

El macondeño se quedó contemplando el atardecer y el clima que era más frío que calor. El frío que hiela los huesos y produce una carraspera en la garganta, le impulsó hacerse vacunarse contra la influenza. Él se miraba al espejo y observaba que sus ojos eran rojos como el ají rocoto que daba una picadura penetrante de este elemento y natural. Caminaba y descansaba, caminaba y llegaba a observar hacia el horizonte, distinguía con su mirada el horizonte que delinea el paisaje andino y cálido seco. No pudo dejar de pensar en que la joven se iba dejando a su padre tan viejito, tan decrépito, sino que se iba a encontrarse con su querido amigo, que el macondeño quería saber qué mismo pasaba con esta quinceañera que prefiere como ella decía, sino me dejan salir a conocer la ciudad, las personas, ¿Qué será de mi existencia? Hoy los padres de familia se han modernizado y ya nadie les controla, que hagan lo que ellos crean conveniente.

Se quedó pensando en este hecho, en esta ocurrencia de la juventud. Dice el adagio “Dios averigua menos y perdona más”

La juventud es el camino nuevo que la sociedad anhela, afirmó el macondeño. Un camino donde la esperanza es el último mal que se esfuma en el tiempo de la nostalgia y la incertidumbre del ser que ha intentado amar a todas las que el ser supremo le ha permito, seguía manifestando el ensoñador hombre. El hombre sigue hojeando los últimos libros que ha llegado a sus manos, uno de esos es Taco Bajo del autor Vizcaíno, un ecuatoriano que, según los entendidos de la personalidad de esta magnitud, pensar en el villar, en el juego del villar, que alguna vez también fui por las cinco esquinas de esta ciudad, no solo era de insertar las bolas de villar sino de tomar cerveza en vasos de cristales hasta perder el conocimiento y la cordura de la existencia misma.

El macondeño ardía en fiebre y la incomodidad de estar acostado en su cama de madera era más de un acontecimiento vivo de sentir el dolor más agudo de la cabeza, un dolor como se revienta, un mal estar que invade todo el cuerpo del ser humano que casi en mucho tiempo le cogía las consecuencias de un gran resfrío por el clima tan hecho pedazos.

Dura es la existencia decía el macondeño porque por más que se afanaba en escribir y en inventarse una de las historias que cautive al lector, se frustraba porque no encontraba la historia ideal, la historia que le haga pensar en un final trágico o un final feliz.

Ya al atardecer el macondeño se sentó en aquella que quiere quebrarse por el mal uso y abuso del tiempo, y solo disfrutaba de la música de un dúo de saxos ¡Qué espectacular! ¡Qué armonía de escuchar a estos músicos que por su arte han logrado viajar por los países europeos!

Sigue el concierto de saxo, pero más romántico, que la música le permite inspirarse más y más en su vida, en su conjunto de reflexiones del porvenir y el macondeño se expresó con alguien malcriado quién se expresó con una de las hijas que en sus escritos de alguna materia lo había puesto como pie de página, que la información de mencionado deber había sido tomado desde sus mismos apuntes de colegio, que al ver eso escrito, al macondeño como padre que se muere por el amor de sus hijos es capaz de violentar porque sin tintes machistas, que le venga a faltar el respeto a una de sus hijas, la hija es lo más sagrado que nadie puede violentar su nombre o no interesarse en el hecho que daba sobre la importancia de realizar un mapa de ideas que por cierto se diferencia de un mapa conceptual , en que entre los recuadros o maneras de presentarse en relación al tema de mapa de ideas que es una técnica que le puede ser útil para explicar algún tema que concierne a aplicar este tipo de organizador gráfico.

Entonces, así como exageras al reclamar de una actitud insolente por parte de un maleducado, sale provechosa la reflexión, ya que estos guambras desconocen de la existencia y a las malas deben de aprender, ya que enseñar dista mucho aprender. El macondeño después de haber causado temor por el grito ruidoso como que le causó miedo al ofensor de mi hija, ya los ánimos volvieron a su propio cause.

Las tardes, ya después del trabajo, son frías. La soledad de la noche llega instantáneamente y permanecerá durante la noche mientras el espíritu se renueve ya con el alba del siguiente día. El pensar y el sentir del macondeño es internarse en la conciencia de todas las personas malas, necesita describir la maldad del corazón y de los ánimos de la conciencia.

La noche que viene con su sombra negra y se inserta en el interior del macondeño que busca la razón de su tristeza y su preocupación por andar soñando en un ambiente favorable, en un ambiente donde no se desvirtúe lo propio y sencillo de cada hombre, el ambiente que redescubre su yo interior, el del alma. La existencia que vive el macondeño es como de pánico por sus actos, por sus atrasos a las responsabilidades de su profesión por disfrutar los penales del mundial que son atractivos y novedosos. El pánico se desprende desde las autoridades, desde sus informes chuecos y corruptos. El demonio te sigue inundando de muchas preocupaciones, de temores porque de pronto te crearán dificultades para el futuro. El macondeño recuerda no haber sido cumplido en la hora de iniciar la clase magistral o la clase invertida.

Nunca hay que decir, de esta agua no he de beber afirmó el macondeño preocupado por tanta novedad y momentos que se pueda reflexionar, hondamente. El macondeño se encuentra con una patucha y le entabla la conversación a cerca de la apreciación del arte y de la existencia misma de su autor. Le dice la patucha, qué piensas del arte en la actualidad, el arte es una expresión estética. El macondeño le responde: “el arte no más que un pretexto para tallar la madera y la piedra”, plasmar motivos de grandeza y belleza. Patucha le insta con más interrogantes: ¿Acaso, macondeño, puedes vivir del arte? No le dice el macondeño, en otras partes he escuchado que sí se puede. Patucha siguió haciendo su comentario: El arte no es más que una distracción al pintar, al bailar, al esculpir, al escribir un poema de amor, al sentir una música que le haga volar hacia el infinito o tal vez al hacer una fotografía artísticamente bien tomada en primer plano, en segundo plano o desde arriba o desde hacia abajo, ya depende mucho de la creación y aptitud de cada artista. El cine ya la sucesión de fotografías artísticamente realizadas.

El macondeño impresionado de su sabiduría y conocimiento de las artes decide practicar uno de ellos, empieza primero a bailar muchos ritmos andinos: Otavalo manta cuna, chimborazo, bomba, danza amazónica, folclore cañarejo, chola cuencana.

El macondeño se presentaba con energía y caballerosidad en distintos lugares de la ciudad, plazas, plazoletas, barrios, ciudadelas, Iglesias, centros militares y policiales, en ferias y acontecimientos importantes de cada persona que necesita o le urge rescatar el arte del baile, de la armonía en su ritmo y musicalidad. El macondeño recordaba al profesor Rodrigo Sánchez, oriundo de Pujilí, quien llevaba en sus adentros el ritmo acompasado “Cayambe”. El ritmo Cayambe representa la cultura de las localidades del norte de la provincia de Pichincha.

A estas horas el clima en estos lugares bastante sol que quema y produce paspa en la piel del rostro de los moradores que siguen sobreviviendo en el sector rural, que no es más que viven en las huellas de antiguas y modernas haciendas, donde el heno se confunde con el olor de estiércol de las vacas lecheras. El macondeño no solo contempla el paisaje, sino que indaga se va hasta la última casa de estos sitios donde se escucha el canto de los pájaros, donde aún el agua es tan cristalina y no contaminada que baja desde el “taita” Cayambe. El macondeño ingresa solo percibiendo el olor a mantequilla y exquisitos bizcochos, queso de hoja, que al paladar satisface con su sabor y cocción de su masa en horno a leña, que aún hay en casas de adobe o de ladrillo que perdurarán por siempre.

El macondeño aún tiene tiempo para visitar las ruinas de Cochasquí y cómo no saborear el chocolate espeso con queso salado cayambeño. Después llegó a la laguna de San Pablo donde la brisa del ambiente se siente como tan natural que da la impresión de estar en alguna playa del pacífico.

Nunca puedo dejar de recordar las calles de Otavalo, aún empedradas, aún polvorientas en verano dijo el macondeño. La Patucha de aparece de sopetón y le dice, ¿Qué te acontece sinvergüenza, qué andas haciendo sin permiso alguno para que visites estos espacios llenos de cultura, lleno de folclore? Los atuendos de las longas otavaleñas siempre desplacerán como banderas blancas y de azul marino. Sus huashcas son abultadas de color rojo o atomatado. Sus bayetas que aún no se han envejecido por el tiempo. Sus alpargatas tan límpidas como calzado de monja que vive en el convento alfombrado. El cura franciscano da su homilía convenciendo a indígenas y mestizos que han aprendido a convivir de acuerdo a su clase social. El sacristán se afana en su contexto para dar atención adecuada al fraile porque dice que el orden debe ser como el franciscano lo requiera, albo. Los varones se visten de camisas y pantalones blancos. El poncho azul marino es más elegante de esta cultura. La patucha de pronto se asoma y comienza a relatar sobre los “Saraguro”, “chaupi punchapi, tuta yaku” (anocheció en la mitad del medio día).

La cultura de los saraguros tiene sus orígenes desde muchos años antes que lleguen los españoles.

Lo característico de este grupo representativo del Ecuador guardan el luto a uno de los últimos incas “Atahualpa”. La Patucha solo de escucharse sobre el inca alto y de cuerpo esbeltico se quedaba anonadada no solo las virtudes de su cuerpo sino la inteligencia de velar por su capacidad de dominio y de conducción de un pueblo que agoniza por la presencia de una nueva civilización. El mestizaje que se ha escuchado en distintos artículos que proporcionan una nueva generación de personas con costumbres disímiles.

El macondeño después de chupar una bizcotela que era un caramelo de menta lo adormece en el cansancio de la jornada de trabajo.

Patucha que está sentada al filo de un precipicio pensando en las demás personas que estaban al borde de la muerte, pensando no en alarga la existencia sino en acortarla por el drama de su ser.  Ella afirmaba que el profesor de urbanidad recordaba a los cien alumnos de las provincias que al menos en la hora del almuerzo o de la cena no se debe hablar de la muerte porque como que está demás hablar de este tema de crisis existencial, de la no existencia del ser como un ente positivo y que aspira a una perfección de la sociedad, de la familia, de la política.

Macondeño le pregunta a Patucha: ¿Por qué en vez de aceptar la realidad de la muerte no se habla del ambiente de desolación y consolación de que si hay o no manera de controlar el desánimo o la parte emocional del ser humano? Patucha agrega que la realidad de la muerte es incierta en alguna parte escuché que la muerte es como el nacer, por el hecho de sentir la omnipotencia del hombre que se ha dejado llevar de la presencia salvífica del Señor.     

Macondeño le pide a Patucha que describa que piensa sobre el fenómeno o destino que es la muerte. Patucha le contesta de esta manera: La muerte es una realidad que sucederá en el largo o corto plazo, ya depende de cómo venga el sino de la existencia. Cada día que amanece es un continuo despedir de esta existencia porque hay dos corrientes, la idealista que el alma trasciende hacia la eternidad, en cambio, lo de la corriente evolucionista que se percibe en el sentido de cumplir un ciclo como las plantas, los animalitos, es decir, de nacer, crecer y morir. Y se acaba definitivamente para siempre. No hay otra dimensión que hay que aceptar el destino seguro que es la muerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En la espalda del macondeño se produce un estrés tan grande, puede ser consecuencia que la Patucha se ha refugiado en su trabajo y no tiene tiempo o para estar un poco más cerca de su amado. La Patucha está cada vez más preocupada porque el macondeño se está envejeciendo, ya en su cabeza se ven como rayos blancos que necesitan una mano de tinte para disimular la edad que la misma naturaleza le da.

El macondeño se pregunta que por qué la edad ha pasado y la Patucha cada vez se siente decepcionada de que su amado tiene canas que hasta le caen en el plato de la sopa y más en la leche que ha puesto a hervir para servirse como desayuno con dos huevos cocinados a fuego lento.

¿Qué te pasa? Le dice la patucha. ¿Por qué andas cabizbajo en este tiempo? De inmediato le contesta, lo que pasa que empezado a reflexionar en que nuestro amor ya no puede continuar porque nuestro amor ha sido un pasar el tiempo y el resto es algo así como una falsedad. 

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